El terror encara a la
Lubianka
(extraído del Mundo digital,
autor Daniel Utrilla, corresponsal en Moscú)
"Las negras fauces de la
Lubianka". Así llamaba el sumo disidente soviético Alexander
Solzhenitsin al portón de mármol negro que da acceso a la tétrica sede de
la antigua KGB, la policía secreta soviética (que nació como ‘Cheka’ y fue
rebautizada FSB tras la caída de la URSS).
La Lubianka es un edificio de engañosa
fachada renacentista, amarillenta y equilibrada por fuera, que Stalin
convirtió en 'Casa de los Horrores' como gran penal político de la URSS.
Sus calabozos eran el
'purgatorio' de los disidentes del estalinismo, que permanecían recluidos
antes de partir al destierro, como el propio Solzhenitsin, que estuvo en la
Lubianka en 1945 antes de recalar en un campo de trabajo forzado. Las ventanas
cerradas del cuarto piso "no dejaban entrar el aire fresco
primaveral", recuerda el Nobel en 'Archipiélago GULAG', obra mural
del sistema carcelario estalinista. Solzhenitsin cuenta cómo en 1926
llenaban las celdas de la Lubianka "con aire frío o fétido" para arrancar
confesiones, e incluso que existía una cámara de corcho en la que
"faltaba el aire y aumentaba la temperatura hasta que la sangre brotara
por los poros".
Mientras Stalin gobernó los
destinos de la URSS, la verdadera boca del lobo fue aquel portón negro
de la Lubianka, donde los coches negros de la policía secreta (conocidos
como 'cuervos') descargaban a sus miles de presas cada noche como abejas
afanosas en torno a esta gran colmena cuadrada.
Muchos rusos que perdieron
familiares durante el Terror Rojo de los años 30 se resisten a pasar hoy por
delante de su mordiente fachada amarilla.
Pero ayer el viejo portón negro
de la Lubianka se quedó boquiabierto ante otra boca, la del metro que se abre
justo en frente, epicentro de la primera explosión del doble atentado suicida
que mató a 39 personas. Ayer fue la boca del metro la que enseñó los dientes
a la Lubianka, la que imitó su siniestra mueca mordiente de los años del
Gran Terror y la que engulló a sus propios hijos, inocentes todos.
Desde la primavera de 2001 es en
este monumental edificio de la Lubianka (desde cuyo ventanal del quinto piso
Solzhenitsin tuvo deseos de arrojarse) donde se diseña la llamada
'estrategia antiterrorista' que combate de forma implacable a los insurgentes
del Cáucaso Norte, y donde se da rienda suelta al espionaje de campaña que
en los últimos años ha logrado aniquilar, uno por uno, a los principales jefes
separatistas (Jattab en 2002, Zemliján Yandarbiev en 2004, Aslán Masjadov en
2005 y Shamil Basayev en 2006). Sus cadáveres fueron mostrados ante las cámaras
como trofeos de caza mayor.
Decididos a meter la cabeza en
las fauces de la Lubianka, los terroristas no pudieron elegir un
emplazamiento más simbólico para descorchar su geiser de sangre
"bajo las mismas narices del FSB", como titula hoy un rotativo
moscovita.
Tras el atentado (el primero que
sufre Moscú en seis años), el Senado ruso volvió a atizar hoy el debate
sobre la restitución de la pena de muerte para los terroristas.
En los últimos años antes de su
muerte, acaecida en 2008, Solzhenitsin se mostró a favor de esta medida, lo
que le valió críticas en Occidente. El Nobel intuía que la misma "mecanicidad
inhumana" del terror estalinista da cuerda hoy al robótico
fanatismo de los suicidas.
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